Han muerto seis soldados de las Fuerzas Armadas. Estaban en un país lejano con un mandato de Naciones Unidas. Es decir: no iban al Líbano a conquistarlo para la Corona española. Se encontraban en aquel lejano y maltrecho país para cumplir ese eufemismo llamado fuerzas de intermediación. Cuando unos van contra los otros, un tercero puede servir para mantener una ficción de paz. Poca paz puede imponerse cuando se hace con la fuerza. A los seis soldados españoles hay que honrarles, por supuesto. Pero el máximo honor que merecen es precisamente desmontar algunas de las cosas que sobre sus cadáveres se han dicho o se han hecho.
Primera. Se ha dicho que los seis soldados han muerto en un atentado. En las guerras lo primero que cae es la verdad y lo primero que deserta es el significado de las palabras. Por desgracia en España sabemos muy bien lo que significa un atentado. Cuando un ejército armado, por buenas y pacificadores que sean sus intenciones, irrumpe en un país lejano luciendo armas y sometiendo a sus ciudadanos a controles y a limitaciones, lo que se está fraguando es un paisaje de guerra. Aquellos que no quieren la presencia de un ejército extranjero en su territorio harán lo posible para combatirles. Eso no es un atentado. Será una emboscada, una acción de comando, un golpe de mano. Pero dejemos, por desgracia, la palabra atentado para las barbaridades cruentas que intentan subvertir el marco democrático.
Segunda. No hay guerra segura ni soldado indestructible. Reclamar la máxima seguridad de militares que están ahí precisamente para limitar la acción de otros militares es una quimera. El oficio de la defensa tiene en sus armas su debilidad y en su muerte su grandeza. ¿Por qué creen que lloran los padres cuando ven que sus hijos han sido movilizados?
Y tercera. La negativa del juez Grande-Marlaska a que los cuerpos sean incinerados es algo que ya se vio en una antigua tragedia llamada Antígona. La paradoja es evidente. Si los jueces conservadores han de establecer las causas de la muerte de un soldado en plena guerra, ¿por qué no se plantean la justicia de cualquier intervención militar y se personan en el embarque de los contingentes para impedir su marcha? A este paso no hace falta ser muy ingenuo para sospechar que el PP empezará a movilizar a sus medios para que griten: ¡Queremos la verdad sobre el atentado del Líbano!. Mientras tanto, los cuerpos a disposición del juez. Y la guerra, abierta.
Los días vencidos, Joan Barril
El periódico de Catalunya
No hay comentarios:
Publicar un comentario